Qué
curioso resulta ver ahora todo el camino recorrido desde la primera entrada en el blog, hasta ahora. Las cosas, y sobre todo los pensamientos, sobre la
evaluación han cambiado de una forma sorprendente. Mirad dónde hemos llegado,
contemplad lo que ha surgido gracias una reflexión tras otra sobre la
evaluación; algo que representaba un significado tan negativo ha llegado a
convertirse en algo con un significado realmente genial: crecer.
A
lo largo del trimestre hemos profundizado en lo que viene a ser la problemática
de la evaluación tradicional, sus más y sus menos; dejando así, que cada uno de
nosotros reflexionara sobre las distintas formas de evaluación y lo que
conlleva todo esto. El primer problema que surge es la forma de plantear los
criterios de evaluación. En la mayoría de casos, los alumnos no tienen ningún
tipo de idea de cómo van a ser evaluados, y si disponen de los criterios, es
posible que ni siquiera los entiendan. Como ya trabajamos en una de las
sesiones, los criterios de deben presentar al alumno de una forma legible para
ellos y adecuada a su nivel.
¿Qué
representa el examen final? Representa que el estudiante se juega toda su nota
en una sola fase, una sola “tarea”. Desde mi punto de vista, es una forma muy
injusta de evaluar, sin tener en cuenta el proceso de aprendizaje del alumno, todo
el proceso de crecimiento personal. En su lugar, existen distintos métodos
(como ya hemos comentado en clase), como por ejemplo: un portfolio personal,
dónde el alumno puede ver su progreso evolutivo y el profesor también, a parte
de darle al alumno un feedback
constructivo, y no un simple número. De esa forma de evaluar, sacaremos (tanto
profesores, como alumnos) un lado bueno a la evaluación, otorgándole un papel
realmente importante e indispensable para todos. De una vez por todas, usaremos
el error como una herramienta de aprendizaje, y no una forma de penalización.
Parece
mentira lo que ha llegado a evolucionar esta reflexión. Dándole tantas vueltas,
resulta extraño no haber implantado ya un sistema de evaluación así en las
distintas instituciones educativas del país. Sin embargo, siendo realistas, es
un método muy costoso de realizar y pautar. Los profesores ya están habituados
a un modo de evaluación y, en algunos casos, resulta difícil cambiar esta costumbre.
Pero con el esfuerzo de todos puede conseguirse. Debemos evolucionar, seguir
creciendo como profesores, crecer como alumnos y, sobre todo, hacer crecer a
nuestra autoestima e inteligencia con métodos que nos demuestren que lo que
estamos haciendo, realmente, vale la pena.